VIII. López Cuevillas: “La Edad del Hierro en el Noroeste (La Cultura de los Castros)”

Non hai ningunha edición recente deste pequeno libro de Florentino López Cuevillas, escrito cara a 1953. Na anteportada pon “IV Congreso Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas. Madrid, 1954″. Está escrito en castelán e, ao final do texto, contén resumos en francés, inglés e alemán. Ten 89 páxinas e conta cun anexo de oito páxinas con catorce fotografías. Unha delas é de motivos decorativos en cerámicas de San Cibrao das Las.

Máis abaixo reprodúcense, polo seu interese, algúns parágrafos, aínda que non no mesmo orde no que os redactou o autor. O motivo de reproducilos é a dificultade pra acceder a este tipo de obras, aínda na actual sociedade da información, permanecendo agochadas ao público nos andeis máis recónditos das bibliotecas. Obras que son claves para achegarse ao mundo prehistórico e protohistórico da nosa Terra e que as institucións culturais e turísticas, e as empresas asociadas, deberían divulgar.

Na primeira parte dos parágrafos que se mostran fala do comercio na Idade do Ferro, que procede das épocas da Idade do Bronce e que se prolonga ata a invasión romana. De feito, as riquezas mineiras occidentais eran o que máis cobizaban os do Lacio.

A segunda parte dos parágrafos fai referencia ás construcións castrexas en pedra, que seguen modelos de materiais vexetais cos que se viña construíndo dende tempos moito máis antigos.

Todo o que vai a partir de aquí en letra cursiva son algúns fragmentos entresacados desta obriña de CUEVILLAS de 1953:


O COMERCIO

“El noroeste peninsular es un país muy rico en yacimientos superficiales de casiterita y en otro tiempo fue rico también en arcillas y arenas auríferas, que, como los minerales de estaño, se explotaron desde los comienzos del uso de los metales, valiéndose los que realizaban tal trabajo de procedimientos primitivos que nos describe POSIDONIO, procedimientos que, a pesar de su escaso rendimiento, eran suficientes para cubrir las necesidades de la industria y del comercio de aquellas épocas.

Porque esta abundancia en materias tan buscadas y tan necesarias, produjo un movimiento mercantil que en la fase final del Bronce se nos revela en una serie de depósitos de objetos, entre los que predominan las hachas de talón de dos anillas, del tipo conocido como galaico-portugués o galaico-minhoto, siendo muy significativo el hecho de que la mayoría de estos depósitos (…) se sitúen en la costa o muy cerca de ella y con independencia de las principales regiones estanníferas, localismo que demuestra que era allí donde se almacenaban no sólo los minerales, sino las piezas elaboradas que eran objeto de exportación (…)

Es el propio ESTRABÓN el que nos informa, al ocuparse de las islas Casitérides, que incluye en su Libro III, dedicado a la Hispania, y que sitúa al norte de los Ártabros, de que “En un principio este comercio era explotado únicamente por los fenicios de Cádiz, quienes ocultaban, además, las rutas que conducían a estas islas”, y añadiendo luego que los cartagineses se llevaban de aquí estaño y plomo y pieles de ganado, y que dejaban, en cambio, cerámica, sal y utensilios de bronce, todo lo cual nos enseña que, una vez hundida Tartesos, que comerciaba con los Oestrimnios, fue sustituída por la colonia púnica de Cádiz, en la explotación del comercio de los referidos metales.

La ruta cartaginesa hacia el norte, la que el almirante HIMILCÓN había de poblar de monstruos y de terrores, se sigue con seguridad por una serie de hallazgos situados principalmente en los estuarios de los ríos, como ya observó acertadamente MENDES CORREA, y ya al norte del Duero se evidencia por el hallazgo de cuentas de collar iguales a las encontradas en las necrópolis de Cádiz y en las de Ibiza, y también de cerámicas pintadas de tipo bético, debiéndose atribuir, asimismo, a estos contactos las influencias púnicas que se evidencian en la forma y sobre todo en las técnicas de decoración de ciertas joyas, y aun en las monedas de colonias cartaginesas aparecidas en el puerto de Bares, en la región del Cabo Ortegal.

Que el trato del estaño en las Casitérides continuó hasta la época romana lo demuestra la expedición de Publio Licinio Craso en los comienzos del siglo I, que después de una campaña victoriosa sobre los lusitanos navegó por nuestras costas enterándose de que los yacimientos se hallaban superficiales y de que las gentes se prestaban a los tratos mercantiles, lo que nada tiene de particular, porque desde muy antiguo estaban acostumbrados a ellos.

Este comercio, sostenido primero con los tartesios, después con los cartagineses y finalmente con los romanos, se explica con facilidad porque el estaño, y también el oro que aquí abundaban, fueron siempre metales muy buscados (…)


AS CASAS

Tenemos que considerar (…) nuestras casas de piedra de los castros como un fenómeno tardío, pero que representa una transformación de formas mucho más antiguas.

Las casas de piedra son casi siempre de paredes redondeadas, pero las hay también de paredes angulares, variando las formas y particularidades de unas y de otras hasta el punto de poder establecerse la siguiente clasificación tipológica: redondeadas sencillas, redondeadas con vestíbulo angular o curvo, redondeadas con vestíbulo formado por muros rectos paralelos o no, alargadas, con uno a varios muros curvos, angulares, angulares con vestíbulo y, por último, casas mixtas, constituidas por asociación de las formas anteriores.

El grueso de las paredes de las casas de los castros va casi siempre de los 40 a los 60 centímetros. No son raras así todo las construcciones, como en San Cibrán das Las, de 67 (…)

El tamaño de estas casas suele ser pequeño, andando, por lo general, entre tres y cinco metros en las redondeadas, pero las hay más pequeñas, como una de San Cibrán das Las, que mide poco más de dos metros, y las hay también con magnitudes superiores a los cinco metros, como un ejemplar del de Santa Trega (…)

Varía mucho asimismo el desarrollo de las habitaciones angulares: una cuadrada de San Cibrán das Las mide 2,50 y otra rectangular, del mismo castro, llega a los 11 de largo por 5,50 de ancho (…)

Debe suponerse que cada familia de las que vivían en los recintos castreños disponía de varios edificios, de los que uno estaría dedicado a cocina y dormitorio, otro a almacén y otros a cuadras, seguramente de ganado menor, pues el mayor parece que hacía casi toda su vida al aire libre.

La forma y disposición de las construcciones, el predominio de las plantas redondeadas, el aislamiento de cada uno de los edificios y su agrupación en la forma que dejamos indicada, son cosas por completo diferentes de todo lo que conocemos de las viviendas de los celtas, lo mismo en la península que fuera de ella, y hace creer que las habitaciones castreñas de piedra, que las excavaciones nos han dado a conocer, no eran más que la reproducción de las cabañas con materiales ligeros, cuya antigüedad era remota, y que eran usadas por los Oestrimnios desde un tiempo imposible de precisar con exactitud.

Nuestros poblados castreños presentan señales de un comienzo de urbanismo. Hay calles, desde luego muy estrechas, flanqueadas por dos muros, detras de los cuales se alzan las casas, hay canales de evacuación de las aguas pluviales, enlosades en callejuelas y plazoletas, algunas aceras rudimentarias e incluso una especie de guardacantones, para impedir que los carros, que eran idénticos a los que aún se usan en el campo, rozasen las paredes.”

De CUEVILLAS, La Edad del Hierro en el Noroeste (La Cultura de los Castros). 1954

As fotografías foron feitas en Lambrica.


Bibliografía

LÓPEZ CUEVILLAS, F.: La Edad del Hierro en el Noroeste (La Cultura de los Castros). “La Académica”. Zaragoza, 1953. IV Congreso Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas, Madrid, 1954.

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